Restaurante: El Placer de Guadalupe

Desde luego el nombre les queda grande, no disfrutarás de buena comida, ni de buen servicio. Podrás eso desfasarte, cantar alguna ranchera con un mejicano de atrezzo, te retiraran la mesa para que los que están de despedida hagan el trenecito por el restaurante y a la una y media te echaran a la calle. Y todo esto te costará como una buena comida en un restaurante medianamente bueno y bien servido. Una y no más....

LO MEJOR ES LA TREMENDA DESPEDIDA A LA QUE FUY EN EL RESTAURAT EL PLACER DE GUADALUPE ME LO PASE COMO NUNCA DIVERSIÓN AMISTAD RISAS TODOS ERAMOS UNO INCLUIDOS EL PERSONAL DEL RESTAURANTE UNA GENTE MARAVILLOSA ATENTA Y FUE TODO GENIAL AHORA SOLO ME QUEDA VOLVER A REPETIR OS DOY UN 10

«EL PLACER DE GUADALUPE»: Restaurante mexicano en la Telesforo Aranzadi (Bilbao) Hay que ponerse en situación. Habíamos reservado en principio una mesa para 18 comensales para el viernes 30 de Marzo pero el día de antes llamamos para avisar de que al final íbamos a cenar 15 personas. 15 personas, repito. Ahora imaginad dos mesas pequeñas en las que han apilado 15 platos y donde nos querían meter a todos esos “artistas” de «El placer de Guadalupe» a todos. No cabían ni 15 sillas, qué digo 15, no cabían ni 12 sillas, a lo que alguno preguntó: - Oye, ¿yo que tengo que cenar, de pie?. A lo que respondieron los “artistas”: - Bueno, pero ya verás luego la fiesta que se monta y lo bien que te lo vas a pasar… Im-pre-sio-nan-te. Tras mucho protestar, amenazamos con marcharnos si no nos recolocan en un sitio más amplio (en el que quepamos, básicamente) y es en ese momento cuando ya nos cambian a otra mesa de al lado un poco más grande y a la que añaden un apéndice de 0,5 m2 para que cenen 3 personas. Intentad colocar 3 platos en ese mísero espacio y os podéis hacer cargo de que los brazos, tus brazos, no tienen espacio en la mesa. Bueno, incomodidades aparte, comienzan a traer platos y como no había manera humana de pasar por las sillas apiñadas nos los empiezan a dispensar por las escaleras (a lo loco, ya pagarán ustedes por su cuenta la tintorería), chorreando salsa y ensalada encima de abrigos, cabezas y hombros. Así, como habíamos encargado el menú más caro del local (33 € por cabeza), nos sacan de entrantes unos doritos, una ensalada para cada 5, un pincho de jamón y un burrito para cada uno… ¡¡¡y se acabaron los entrantes!!! De ahí ya nos sacan un solomillo microscópico, liliputiense. a cada uno y ya está. Nos recogen los cubiertos, nos recogen las servilletas y nos recogen los platos. No llevábamos media hora sentados y ya se había terminado toda la comida, con lo que podéis haceros una idea de las cantidades. - Pero –protestamos entonces- en el menú concertado también había costillas. - Ah, sí –se lleva la mano a la cabeza la camarera-. Se me había olvidado. Ahora os las traigo. Y claro que nos las trae, las costillas. Nos las trae después del solomillo en un par de fuentes pero sin sacar otros platos para nosotros, ni cubiertos, ni servilletas. Ale, ale, a comer costillas directamente sobre el mantel y con las manos, como perros. Ya puestos podrían habernos servido el plato en el suelo, ¿total ya? Viendo tanto despropósito cogemos por banda al encargado de «El placer de Guadalupe» y le transmitimos nuestro malestar, por la mesa incómoda, por el poco espacio, por pringarnos a varios la ropa de salsa, por no respetar el menú concertado y por servirnos como a perros, literalmente, sin cubiertos, sin platos y sin servilleta. Le preguntamos si él cree que ese pésimo servicio merece el precio. -Sí lo merese –dice-, por la fiesta que hay luego, ya verán… Acojonante respuesta. “La fiesta que hay luego”, dice el baranda. La fiesta que hay luego es un karaoke al que sacan a uno de cada mesa a cantar una ranchera… ¡¡¡y fin!!! Toma fiesta. Para más inri, luego hacen un amago de baile y como no tienen espacio nos recogen la mesa y las sillas en la que estábamos y no podemos ni hacer la sobremesa sentados con nuestra copa. A eso en mi pueblo le llaman echarte de un sitio.

Recapitulemos las virtudes de «El placer de Guadalupe»: 1.- Incomodidad suprema: mesas pequeñas, plato sobre plato, silla sobre silla, gente apilada sin crear pasillos de salida y sin respetar para nada el aforo de dicho local… 2.- Comida de régimen: el menú más caro te lo comes en media hora. El solomillo de dicho menú, el plato fuerte, a su vez no es más grande que una hamburguesa del McDonalds. Mal, mal, mal… 3.- Pésimo servicio: te sirven desde las escaleras, te manchan, te pringan, te sacan los platos sin orden, te los sacan sin cubiertos y sin platos y lo mejor es que les da todo igual… 4.- Pírrica fiesta: cutre-karaoke para terminar y un baile en donde no hay espacio para tal. 5.- Abusivo precio: a nada que saques alguna botella de vino, 40 € mínimo por comensal no te los quita ni Pepe… [...] Dudo mucho que en todo Bilbao haya un restaurante con peor relación calidad-precio o del que salgas más descontento. Pues eso. Ahí queda mi advertencia. Avisados estáis…