La primera vez que fuimos a comer a séis perlas, en campello, nos llevó mi sobrino jere, buen entendido y trabajador del turismo, que ya lo había conocido y recomendado a clientes suyos. Los arroces que probamos fueron superiores, al igual que el resto de las viandas. El personal exquisito. Repetimos la asistencia, con la familia, a los pocos días; la cocina fantástica. Tuve la mala suerte de que me diese un síncope al final de la comida, hubo que tenderme en el suelo, asistirme, avisar a una ambulancia y limpiar los restos que dejé. El comportamiento conmigo y mi familia, tanto del personal del restaurante, como del resto de sus clientes, desbordó todas las expectativas de buen hacer que uno pudiese desear. En ningún momento se pudo notar el más mínimo repudio ni que se midiesen los perjuicios de imagen que puede dar un suceso como ese; las atenciones fueron totalmente supremas. No puedo recordar el momento sin emocionarme por sus excelentes comportamientos. Enhorabuena por su profesionalidad y agradecido de por vida, ¡señores!. Juan j. Barba